Justicia para Jimena
Más allá de aliviar nuestras conciencias.
Se llamaba Jimena, tenía 11 añitos, salía de su taller vacacional de una Comisaría de San Juan de Lurigancho. Nunca llegó a casa. Nunca más llegará. Apenas me atrevo a imaginar el inmenso dolor de sus padres, ¿cómo no estallar en mil pedazos?
¿Cuántas Jimenas más tienen que ser violadas y asesinadas para que tomemos conciencia del drama que viven las niñas y mujeres en nuestro país? Porque esto ocurre A DIARIO, sí, a MILES de niñas. Y aún no hacemos lo suficiente como sociedad y como Estado. Esta es una emergencia nacional que nos debe movilizar a todos para que se sancione efectivamente a los acosadores y violadores pero sobre todo para que SE PREVENGA porque la realidad ha demostrado que las penas más drásticas no bastan para disuadir.
Pedir sanción es necesario pero insuficiente, es llegar tarde, demasiado tarde. Pedir solo sanción es dejar que miles de Jimenas pierdan sus alas, su sonrisa y trunquen sus sueños, y buscar expiar nuestra culpa solo para poder dormir más tranquilos. Debemos PREVENIR, evitar que esto ocurra, y para eso necesitamos educar en la escuela, en la casa, en los medios, enseñar que las niñas y las mujeres no somos objetos sexuales y que nadie nos puede tocar porque le da la gana. Debemos capacitar a la Policía, a los jueces y fiscales para que las denuncias de acoso y violencia sean atendidas y canalizadas oportunamente -¡el maldito que violó y mató a Jimena había sido denunciado dos veces por otras dos mujeres pero nadie les hizo caso!. El Estado debe dar presupuesto en serio para esto, para todos los sectores involucrados. Y todos debemos involucrarnos, cuestionar y exigir al Estado, pero también cuestionarnos, exigir y mostrar respeto, igualdad para nuestras niñas en casa, en la calle, en el colegio...
Evitemos que se borren más sonrisas, que se quiebren más alitas, que se desvanezcan más sueños y más Jimenas. Basta ya.
Lima, 7 de febrero 2018.